Si hay algo que coincide en todas las definiciones de los signos del zodiaco que he leído a lo largo de mi vida es en que los Leo son un poco egocéntricos. Los artistas también lo son…Vaya, me tocan dos de dos. Voy a ser un algo menos dura conmigo, no es que sea excesivamente egoísta, pero cierta tendencia a colocarme melodramáticamente en medio del mundo me ha acompañado siempre y fui una adolescente melancólica que leía a los románticos, escuchaba canciones de amor y pasaba sus días escribiendo sobre el mismo. Ahora me asomo a mi balcón y me miro con cierta ternura, pero, sentimentalmente hablando, fue una época complicada.
Me doy cuenta de que mi yo era una parte muy importante en mi día a día. Obvio, ¿no? Pero, aunque no se trataba de un pensamiento consciente, si tenía una boda, iba a salir de fiesta o con la familia a comer procuraba reservarme el baño durante el rato más largo para estar perfecta. Y eso en un piso de 50 m2 en el que vivían 4 mujeres con un solo baño era complicado y motivo de conflicto.
Como en tantas otras cosas, la maternidad me dio la vuelta del revés. De pronto, no solo mi vida ya no era exclusivamente mía, sino que ni siquiera lo era mi propio cuerpo. Mi Yo pasó a ser importante no por sí mismo sino por la semilla que custodiaba en él. Intenté preocuparme porque mi comida fuera sana (no me duro mucho), hacer algo de ejercicio (me duró aún menos) y leer para saber lo que se nos venía encima (esto aún me dura). Que la «incubadora» estuviera bien era fundamental para la viabilidad del milagro que anidaba en ella.
Después Ojazos llegó, tan pequeño y arrugado… y arañado… tan vulnerable. Ojazos era lo importante. Durante meses las duchas pasaron a ser rápidas, el secador quedó relegado al fondo del armario, las peluquerías territorio inexplorado y el montón de cremas atesoradas bajo el mueble del lavabo comenzó a coger polvo. Sólo el aceite de rosa mosqueta sobre la cicatriz de la cesárea era indispensable. Con la escasa diferencia entre día y noche, esa suerte de ciclo eterno de sueño y cansancio, recordar los rituales de belleza o encontrar un minuto para llevarlos a cabo se convirtió en un imposible. Empezaron a marcarse los surcos bajo mis ojos y adquirí nuestra común mirada de mapache. Aún así la gente decía que estaba guapa, siempre he pensado que es por la felicidad.
El trauma llegó con la reincorporación a la oficina y la necesidad que nos imponen (o imponemos, no lo tengo muy claro) de volver a estar delgadas, caber en la ropa de antes y lucir con buena cara (y buenos pelos) aunque no hayamos pegado ojo. Hasta ese momento yo anduve muy feliz con un par de vaqueros comprados expresamente para el puerperio y algunas camisetas, pero ahora había que parecer profesional otra vez. Mi Yo más extremo volvía a aparecer. Como ya os conté en Estrés los nervios me llevaron a mi talla anterior (e incluso menos) así que ese tipo de egocentrismo esta vez no duró mucho.
Ahora mi Yo solo es importante porque lo es para él. Me necesita. Soy su mamá, su cobijo y su sustento. Sé que Ojazos podría vivir sin mí, pero sería otro bebé diferente, no el que ahora es. Mis obligaciones son bien distintas y tienen un brillo goloso, como el de las chuches que hacen que salives antes de que te rocen los labios. Tengo que estar sana para poder cuidar de él. Tengo que disfrutar de tiempo libre para poder dedicárselo a él. Tengo que ser buena persona porque soy el espejo en el que se mira. Tengo que ser feliz porque él también merece serlo. Es sencillo y a la vez complicado. Es muy grande. Yo me uní a otra persona y juntos decidimos traerle al mundo. Y a él le debo mi versión mejor.
15 respuestas a «La maternidad de la A a la Z: con Y de Yo»
Pero qué bien describes, mi querida Let!! Resalto la siguiente frase: Que la “incubadora” estuviera bien era fundamental para la viabilidad del milagro que anidaba en ella. Tal cual yo.. así me sentí en los tres embarazos. Creo que ese recolocación de los ejes en nuestra vida tras la llegada de nuestros hijos es consustancial a la maternidad y lo has descrito genial en esta entrada. Por cierto… Tremenda la imagen de las obligaciones maternas comparándolas con las chuches! Me ha encantado. Yo. Tú. Nosotras. El diccionario. UN VERDADERO PLACER
Hola Leti!!! Podés creer? Acá se asoma otra leonina melancólica. Me encantó cómo describiste la trasformación de tu YO con la maternidad. Como a Vero, me emocionó esa maravillosa frase de la «incubadora». Es increíble cómo podemos llegar a cuidarnos sabiendo que anidamos una vida deseada en nuestro vientre. A pesar del cansancio, las frutraciones, la falta de paciencia por momentos… las obligaciones de madre se (y nos) llenan de color, son ese arcoíris que hacen que nuestro YO por fin tenga un sentido.
Qué fácil es emocionarme leyéndote… Un beso grande de leonina a leonina
Qué precioso comentario mi linda Pao, gracias por tus palabras! Nos movemos por lugares comunes, pero benditos sean!
Un beso enorme
Yo no sé si después de la maternidad me he convertido en alguien mejor o peor, o me he quedado igual. Lo que sí tengo claro es que puedo hacer muchas más cosas en el mismo tiempo que antes dedicaba a mirar un rato el blanco de la pared. El fondo de armario lo tengo bien descuidado (mi madre me la lió ayer porque me ha visto que llevo los vaqueros con un agujeraco que ya mismo se me va a ver desde la calle hasta el canal del parto) pero ahora no ando yo pensando en modelitos para mí. ¡Ay mi bichilla! Qué buen fondo de armario se está creando ella a mi costa.
Es lo que conlleva la maternidad: todo para ellos, nada para nosotras!
Hola Leti… tal cual! Aquí otra leo al habla!! JAajajaaja!
Yo estoy harta de decir «hoy sí que pase lo que pase me compro algo para mí. ¡Hoy sí! Yes I can!» y volver a casa con camisetitas y pantalones en los que obviamente no quepo.Todavía en proceso. A punto de conseguir volver a vivir en mí… o no. Porque es lo que tú dices: ahora ya no soy pa mí solita, ahora soy para y por esos peques 🙂 Lo cual es hasta más chulo.
Es alucinante cómo nos cambia el punto de vista. Siempre digo que, desde que llegó Ojazos, soy mejor persona y creo que de eso se trata, somos versiones mejoradas de nosotras mismas. Tan mejoradas que nos alegramos más por llevarles algo a ellos que por comprar algo para nosotras, quién nos lo iba a decir!
😀
Aquí otra Leo!! 🙂 A veces nos imponemos demasiado hacer todo perfecto, ser prefectas, estar estupendas… Pero, como dices, lo importante ahora son otras cosas. Genial post! 😀
No tengo claro quien impone, ya lo decía en el post, pero sí qué es lo importante. Ahora soy para él. Según vaya creciendo iré cambiando, cada vez más para mí porque él me necesitará menos. Disfrutemos cada etapa, así no nos perderemos nada. Gracias por pasar. Un beso.
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