Desde que me convertí en madre me coloqué en el último lugar de la fila. Había alguien más indefenso en quien poner todo el mimo y la atención, así que cuidarme no era una opción. Simplemente, no había ni siquiera tiempo para pensarlo. Todo era nuevo y no sabía muy bien qué hacer. Además, tenía un bebé super demandante que lo único que quería era estar tumbado encima de mí. Depilarse, ponerse mascarilla en el pelo o cortarse las uñas de los pies pasaron a ser cosas que no se podían hacer. Ni siquiera tenía ánimo para ello. Digamos que el puerperio no fue la mejor época de mi vida.
